Nos levantamos a las 6.20 de la mañana para estar a las 7 en Ahu Tongariki, el lugar de la isla más recomendado para ver el amanecer, cuando llegamos ya hay bastante gente, unas 30 personas.
Finalmente, el amanecer no resulta tan espectacular como esperábamos, ya que en esta época del año (abril) el sol NO sale por detrás de los Moai, sino sobre la montaña lateral.
Nos quedamos un poco desilusionados, porque habiamos visto algunos vídeos y fotos donde el sol asoma lentamente detrás de los Moai y eso le da mucho encanto, pero debe ser en otra época. En cualquier caso, no deja de ser un momento muy fotogénico, que no te puedes perder.
Tras el amanecer volvemos a nuestra cabaña para desayunar, es una media hora en coche, considerando que prácticamente son puntos lo más distante posible dentro de la isla, tampoco queda muy lejos.
Una vez hemos repuesto fuerzas, comenzamos el plan del día yendo a que nos pongan el típico sello de Moais en el pasaporte en las oficinas de Sernatur, al lado del campo de fútbol, allí de casualidad nos encontramos a nuestra casera Celine que nos comenta que al día siguiente en la playa de Anakena hay una celebración muy importante porque llega un barco tradicional, y sin dar más información nos lo apuntamos.
Tras ello, nos desplazamos a la cantera donde construian los Pukaos (tocados o sombreros de los Moais, según la versión) con roca volcánica en tono rojizo, donde todavía quedan algunos en varias fases de construcción.
De ahí nos movemos al cercano Ahu Akivi, el único Ahu de la isla donde los Moai están mirando al mar y el primero que se restauró, allí llegamos y justo al lado de la entrada hay un chiringuito donde decidimos tomar un café calentito antes de ver visitarlo, con tan mala suerte que el dueño debió levantarse con mal pie porque nos ve con la cámara de fotos mientras esperamos a que nos atienda y sin mediar palabra nos echar de allí diciendo que nos vayamos fuera a hacer fotos....
Total, nosotros le decimos que veniamos a tomar un café pero el hombre se ha enrocado y directamente no nos quiere atender, diciendo que es mentira, que lo decimos para quedar bien y una serie de tonterías que nos hace obviamente irnos con muy mal sabor de boca.
De ahí nos acercamos a las cuevas Ana Te Pahu o cueva de los plátanos, un tubo de lava visitable donde no había nadie más, con lo que estuvimos caminando tranquilamente por las diferentes bifurcaciones hasta salir por otro lado diferente al que entramos.
Ya llegada la hora de comer volvemos a Hanga Roa para esta vez probar Chez Ramón, restaurante situado al lado del campo de fútbol, un local de la zona con comida típica y casera.
Después de comernos un rico estofado, acompañado de zumos naturales y café, nos movemos por el borde de la isla hasta llegar a la zona de cuevas empezando por Ana Kakenga, tubo de lava con una entrada que da verdadero miedo, estreña, pequeña y rodeada de piedras de forma que como se caigan varias... de allí no sales!
El caso es que una vez dentro se bifurca en dos salidas sobre un acantilado con vista al mar que resultan realmente espectaculares.
La siguiente cueva que encontramos, no tiene salida al mar (al menos nosotros no la encontramos) y es una cueva modificada para realizar actos ceremoniales.
En su conjunto, este resulta un paseo muy agradable al borde del mar en el que apenas vemos a otros 3 turistas.
Ya anocheciendo volvemos a ver la caída de sol en un Moai solitario, donde por casualidad están haciendo una sesión de fotos a una modelo cuya ropa consiste en pinturas tradicionales de diferentes formas sobre el cuerpo. Parece que a Gonzalo le llamó la atención.
Y para cenar, como nos había gustado tanto el club Sandwich, decidimos ir a pedir comida para llevarnos a casa y volver a disfrutar de esas pedazo de hamburguesas de Atún.