El desayuno en nuestro hostal comienza las 8 de la mañana, así que a esa hora en punto ya estamos desayunando, descansados y preparados para aprovechar a tope el primer día de cuerpo presente en Atacama.
Allí también estan desayunando unos moteros brasileños a lo Charly Sinewan, ese famoso motero Español que dejó su trabajo para viajar por el mundo y al que por supuesto conocian... así que entre cafés y tostadas nos cuentan sus aventuras moteras por el país.
Tras el desayuno, y siguiendo el consejo de los locales, comenzamos a masticar hojas de coca y beber mucha agua, ya que vamos a pasar el día a más de 4000 metros.
Nada más salir, hacia el imponente volcán Licancabur, ya vemos cómo el GPS va subiendo y subiendo desde los 2500 metros a los que se encuentra San Pedro, en una carretera aparente sin desnivel por falta de referencias.
Cuando pasamos por el punto más cercano al volcán, nos paramos para admirarlo y observar que tiene casi 6000 metros de altitud, toda una mole que nos empieza a dar una idea de las enomes dimensiones que tiene la zona en la que nos estamos moviendo.
Precisamente mirando la altitud del volcán en internet, vemos que hace frontera con Bolivia y que al otro lado hay un lago muy bonito, por lo que nos planteamos llegar hasta allí. En el punto de observación, varios carteles nos avisan de que a partir de ahí nos olvidemos de tener señal de móvil.
Seguimos subiendo y cuando llegamos a la caseta de la frontera vemos que solo está abierta a ciertas horas y que llegar al otro lado requiere tiempo y paciencia, por lo que descartamos la opción y seguimos subiendo por la carretera con el objetivo de llegar a los monjes de la Pacana.
Durante el camino superamos ampliamente los 4500 metros y vamos disfrutando del asombrando paisaje. Las dimensiones de todo son estratosféricas y cuando, de repente, nos encontramos unas Vicuñas paramos a observarlas, arrepintiendonos un montón de haber dejado los prismáticos en España.
Continuamos nuestro recorrido y ahora es una laguna y salar lo que nos encontramos, aquí ya empezamos a notar que nuestro cuerpo no responde bien debido a la altura, te agachas a colocar la cámara en un trípode, te levantas rápido...y la cabeza todavía sigue en el trípode, por lo que vas viendo con tus ojos cómo te alcanza poco a poco.
En cualquier caso, no dejamos de masticar hojas de coca e hidratarnos.
Continuando por la carretera llegamos a un mirador donde se observa la caldera la Pacana donde estan los monjes, una de las calderas volcánicas más grandes del mundo y donde se pierde la noción del tamaño.
Los monjes (formaciones rocosas del valle) seguramente sea la atracción turística más reconocida de la zona, sin embargo son apenas 10 turistas los que vemos por allí.
Tras ellos se encuentra el salar de Quisquiro, ya muy cerca de la frontera con Bolivia.
Allí nada más llegar nos encontramos un autobús con una persona haciendose fotos con el paisaje de fondo, nos acercamos y resulta ser un brasileño muy majo que nada más acercarnos nos ofrece un café buenisimo y nos cuenta que se dedica a llevar gente desde Rio de Janeiro hasta Perú y vuelve con el bus vacío, tarda varios días en hacer el recorrido, por lo que va disfrutando del paisaje.
Desde allí ya nos damos la vuelta, deshaciendo lo andado y siendo conscientes, en todo momento, de que en algunos puntos estamos a más de 4900m de altitud, por lo que a pesar de las hojas de coca y la hidratación, nos da algún bajón del que nos vamos recuperando poco a poco al reducir la altitud. Sin perdernos eso sí, un impresionante anochecer en el mirador hacia el Licancabur.
Al llegar al pueblo cenamos en un restaurante peruano, muy bien puntuado en Tripadvisor, que no nos decepcionó. Combinados de zumo (o jugo) buenisimos, acompañado de una deliciosa comida y a mejor precios que los días anteriores.